martes, 3 de diciembre de 2013

CIU

No os podéis hacer una idea de lo pesada que es la vida. Cada día representando el mismo papel, para que millones de personas pasen por delante y tan sólo te ignoren. Es posible que de vez en cuando uno entre un centenar, se de cuenta de que estás ahí, e incluso, eventualmente uno de entre mil se para a contemplarte. Tú, orgulloso de tu trabajo te exhibes y demuestras tu talento, pero sigue de largo y tu te quedas ahí, quieto, inmutable, para siempre.

Por la noche cuando nadie me ve, lloro, deseando cambiar mi vida por la de cualquiera que pase cada día cerca mío. Llevo una pesada carga en los hombros y nadie me ayuda a sujetarla. Mi compañero, tirado en el suelo, aburrido e indiferente a lo que le rodea, se regocija con pequeñas cosas, el amanecer de cada mañana, cada pequeña historia que podemos contemplar desde nuestra elevada posición, e incluso de mis lágrimas.

Se ríe de mi y me califica de necio, con lo bien que se vive sin hacer nada, dice él, y con lo mucho que deseo correr, saltar y hacer lo que me plazca, digo yo. 

Pero no es así, vivo observando el tiempo, a la gente, sus complejos y sus alegrías.


En mi pequeño mundo tan sólo somos tres compañeros, uno de ellos ignorante, que sólo se deleita con pequeñas cosas y que a mí me son indiferentes. El otro, caballo de gran estirpe vive sin saber de donde viene ni a donde va. Yo sin embargo, vivo acomplejado por mi situación, pasan los días, largos y pesados, esperando que algo cambie, que la vida cambie, que el mundo cambie y yo pueda escapar de mi existencia.



Algún día, cuando el sol nazca por el oeste, yo me levantaré y echaré a andar y no miraré atrás. Será entonces cuando por fin en mi rostro se dibuje una sonrisa.

2 comentarios: