miércoles, 21 de diciembre de 2011

El bosque

Los pulmones se me llenaban de aire puro y mis ojos envueltos en lagrimas intentaban acostumbrarse al verdor que me rodeaba por todos lado. En ese lugar, incluso lo que debería ser marrón, como los troncos de los árboles o el camino de tierra, era verde.


Pude apreciar lo que mi amiga Rose me había confesado, ese lugar, escondido, conocido para tan sólo unos pocos afortunados, era mágico. La frescura te envolvía y su hechizo te hacía olvidar cada recuerdo dañino que tenías.





De repente, sin que yo pudiera siquiera imaginarmelo, a lo lejos, entre las frondosas ramas, pude atisbar, un pequeño animal, un caballo, tumbado en el suelo, quizá muerto. Bueno, o eso es lo que parecía, nada más que era de menor tamaño que un caballo corriente. ¿Podría ser un poni?


Retire la vista del animal, había ido a aquel lugar con un propósito claro y no era el de quedarme embobada con el primer animal que se me apareciera. Ya había dejado en casa una pequeña nota en la cual decía donde podían buscarme, cuando yo ya no estuviera.


En una mano tenia fuertemente agarrado el medallón que me había legado mi abuela, después de muerta. Y tirado en el suelo muy cerca de mi palma una pequeña navaja de marfil con pequeñas figuras sin forma recamadas por todo el mango. Con delicadeza me puse el medallón y quedó colgado de mi cuello. Una vez hecho esto, con la mano derecha alcancé la navaja y la abrí.


Ya sabía que tenía que hacer, lo explicaban muy bien en internet. Clavé la cuchilla en la piel de mi muñeca, donde estaban bien marcadas mis venas. Una punzada de dolor me recorrió la espalda y sin previo aviso, la sangre empezó a abrirse paso por todo mi brazo.


- No!
Aparté el cuchillo de mi brazo, que había sido esa voz, me di la vuelta, allí no había nadie, nadie conocía ese lugar. Empecé a ponerme nerviosa, ¿y si había alguien por los alrededores y era testigo de mi cobardía? Acerqué de nuevo el cuchillo, justo donde estaba el corte y con mi mano temblorosa hundí de nuevo la navaja. Otra punzada de dolor y más sangre.

- No!
Alejé de nuevo el cuchillo de mi. Eso no era parte de mi imaginación, y había alguien conmigo. Me levanté temblorosa y empecé a buscar con la mirada. De repente me di cuenta que el caballo había desaparecido, bueno, no había desaparecido, tan sólo se había movido, mucho más cerca mío que antes y no quitaba sus hipnotizados ojos de mi. Me moví lentamente hacia la derecha, pero el seguía cada paso.

- No lo hagas
No había movido la boca, pero algo me dijo que era aquel animal el que me hablaba. ¿Acaso un caballo podía hablar? Era inverosímil, pero algo me decía que en aquel espacio sólo estábamos él y yo.
- Porque? - Pregunté



No me dejó acabar la pregunta y antes de eso ya había desaparecido, dejando a su alrededor pequeñas volutas de luz. Me volví a sentar y agarré el cuchillo. Lo acoplé a mi muñeca, confundida. No sé que esperaba de mi aquel... ser. Me miré el brazo y luego la navaja. ¿Era lo correcto? Decidí que no podía saberlo, pero que no iba a arriesgarme. 



Me levanté y fui directa al sitio donde había desaparecido el ser. Con la mano buena hice un pequeño hoyo y enterré la navaja. Volví a mi casa y no le conté lo ocurrido a nadie. Pero todos los días, me acercó a mi lugar secreto y espero durante horas a ver si vuelvo a ver, algún día, a mi salvador.

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